CUENTOS DE SOMBRA ERRANTE
Rafael Flores Montegro
Sensaciones de una amistad
¿Cómo es posible que el Amedeo visto en la fotografía con los mechones hacia arriba, quizás asomándose a un puente, fuera un conocido? Amedeo murió en 1920. Lo confirma una máscara mortuoria negra hecha en ébano u obsidiana, me importa sólo el color, y el que uno ve en las cosas es un color con rugosidad o tersura, que tiene siempre el compromiso del tacto. No el de las fotografías.
Harto estoy de que los filmadores me digan lo que hay que ver; y de los publicistas, esa especie de políticos de la Modernidad. En el campo manoseo las piedras y los montes, soy una bestia herida que busca los matorrales para morir. Ando por las ciudades refregándome en sus muros, deseo que las torres y las estatuas se me vengan encima. Carne lacerada y llamas, algo, algo que me diga que las cosas son un abominable compuesto material. Algo que no sean imágenes y correrías de figuras dentro de los ojos.
Sin embargo Amedeo había muerto. Lo decían los libros que no pueden mentir. (…)